Las bodas de la araña es un libro de poemas que transcurre como un cuento inusitado. Estimulante lectura que atraviesa los parajes olvidados del territorio de la infancia, ese mundo tan fantástico y cercano que cabalga en la memoria con sus huestes increíbles, abriendo senderos fabulosos en otro tiempo, pero que, ahora, se convierten en espejo de los más íntimos y fundamentales pensamientos del adulto. Un recorrido que sorprende y reprende al lector que espera encontrar un libro al uso en el tratamiento de este difícil género literario.
El poema que da título al libro habla, sin nombrarla, de la araña negra y su cruel baile reproductor donde radica uno de los posicionamientos filosóficos del ser humano desde el principio de los tiempos. La excelencia y la sublimación del amor y de la vida requieren un sacrificio mortal, el de la carne. La vida es la moneda que merece la pena pagar para obtener el grado máximo, la excelencia y la excepcionalidad. El autor se complace en titular así el libro porque el libro entero es un intento por comprender el camino y la materia de la vida, sin dejar, de lado, a veces, una inquietud ética o moral, indispensable por otra parte. La actitud frente al mal y sus ejércitos silenciosos implica una negación irracional porque la lucha parece dolorosa por contagio natural.
Escritura de cicatrices que hablan del dolor
y tratan de pesarlo, miden los daños y tienden
sobre la indignación de la ofensa
una ciega mirada a la justicia como un horizonte
(…)
José Pulido divide el poemario en tres capítulos de atrayentes títulos. El que abre, El bosque encantado, es el espejo, desde su primer poema, que ilustra una de las ideas fundamentales del libro. El autor establece un juego de alteridad. No somos tan especiales. Los otros, ellos, los habitantes de las leyendas que aderezan nuestro conocimiento, también tienen elaborado un discurso parejo al nuestro. Los otros existen porque estamos leyendo un libro y en un libro puede pasar cualquier cosa. Pulido lo explota. En El Bosque Encantado, nos introduce a esta argumentación:
A los cantores de la Tierra y de la Luna
a veces llegan a escucharse
y aunque entre sí se desconocen, sienten viva en la respuesta
una íntima presencia de lo extraño.
En este acercamiento a la idea que supone el comienzo de cualquier lectura, en El Bosque Encantado conviven Las ínsulas extrañas, en un bello poema sin versos que nos redime de nosotros mismos, con las hadas, los dragones, los árboles, el rey, las sirenas, el guardián de la noche e, incluso, con los nombres de las Amadas; el autor concede el don a las “amadas” de ser nombradas con mayúscula, lo que las aleja de lo común, porque lo son todo para el navegante de la vida, el lugar que llevamos dentro en nuestro profundo análisis introspectivo y que alude a un universo literario que es posesión inherente a todos.
La idea fundamental comienza a aflorar. No es el Bien, sino la Belleza. O, ¿no hay bien sin belleza? Porque creeremos en toda criatura / que nuestros deseos alimente y nos dé en ellos / la entrada al laberinto que embellece su existencia. La Belleza convive en estos poemas con el argumento. Hay una admiración hacia lo natural, lo bello. Por ejemplo, El Árbol, elemento mágico, duradero y pleno de honestidad natural. Sin embargo, es en Hadas donde parece estar el fondo argumental del libro. Tocado de la poética refinada, del lenguaje evocador de la poesía, perfume de ruina en el claro del bosque (olfato); vieja fotografía con la memoria velada (vista). La magia de lo mitológico es el asidero imposible que se hace posible al escribirlo, "uno ignora…”; aunque el peso de la realidad sea el contrapeso necesario "cálida ilusión..."
El segundo capítulo, Mágicos Animales, que no es lo mismo que Animales Mágicos, trata de un bestiario delicioso y delicado. Los bestiarios quizás sean terrenos que nos atrapan e inquietan. Existe una atracción inconfesable del ser humano por acercarse a este terreno literario; quizás porque son las grutas que se abren en la literatura para convencernos de la magia de los otros, de los que no son como nosotros, pero con los que compartimos el Bosque, o La Tierra, o la Vida, la Existencia misma.
Por eso, en el bestiario, los animales son ellos, o lo que quedó de ellos, o, simplemente, son los dibujos de sus pieles: las rayas de las cebras y esa dualidad de su cuerpo misterioso, la cabra, las mariposas sobre el hedor del vertedero porque la belleza no es inmaculada, sino parte de la vida y en ella se mancha y se expone y ella misma es hedor y extrañeza. El águila, la tortuga, la tenebrosa blancura de los cisnes que viven en otro territorio de la fantasía universal, en el lago azul que todos sabemos que no es azul y que el autor desenmascara provocando un cierto alivio en el lector, aunque en la página siguiente vuelva a adorar la mitificación de la jirafa, del caracol o del pez que, en el presente, nada junto a su olvido.
José Pulido alude a los animales sin discriminaciones porque éste es un libro de mágicos lugares, tan conocidos por todos como la orografía de nuestras manos. Su bestiario magnífico y fabuloso juega con la asociación a sabiendas de que los lectores son conocedores de este universo; por eso, se atreve a versar sobre el elefante que delata la voracidad de la boa y vemos el dibujo impreso en nuestro cerebro. ---- que si es sombrero, que si no. Que es un elefante dentro de una boa. Que este camino es tan mío como lo es del autor ----. Estos animales no son del mundo, sino de nuestro mundo. Están en el bestiario con sus caracteres construidos a lo largo de los siglos. Incluso los que sólo son muerte o la insospechada huella de la muerte En este epitafio de piedra / ¿dónde quedó el fósil de la última / mirada?
Por último, el tercer capítulo nos vuelve a sorprender. Porque el discurso poético se eleva físicamente, sobrepasa la barrera de lo esperado y nos lleva al insólito mundo de los números, El triple seis te expulsará del juego. La vida de los números desea la cabalística como orientación y llave, como la virtud extrema que ordena el universo.
Porque es la vida un deseo que se abre
y un combate por siempre compartido,
inventamos el dos como respuesta.
Los números, presentes en nuestras paupérrimas vidas, nos abocan a la interiorización de la Belleza y de nuestra propia existencia, tan dispersa, a veces.
La perfecta figura del pentáculo
y su diabólica belleza marcan
el sello de lo eterno cada día.
El autor manipula números en los últimos poemas porque son los que nos conceden la posibilidad de ser y pensar, los que establecen el Orden que será racionalmente explicado para intentar acercarse a la Belleza, a la excelencia que alcanza la araña en sus bodas. Y éste será lugar común y de reunión para los lectores de este libro.
Belleza que de nuevo nos pregunta
cada vez que descubre una respuesta
Definitivamente, tras la lectura de Las bodas de la araña, sorprendemos al mundo mirándonos fijamente detrás de la ventana, del espejo, detrás de la celosía del jardín, detrás de los muros del oprobio, o detrás de la sonrisa de Da Vinci. Da igual dónde estemos, el mundo nos mira con condescendencia porque hemos entrado en el territorio amurallado de la infancia mucho después de haber dejado de ser niños. Y allí, el poeta ha traspasado el límite de la coherencia. Al lector, como a Alicia, no se le concede la vuelta atrás porque el camino del conocimiento, en ese mundo fantástico, es tan real como arduo.
".,, donde los límites desaparecen,
busco el ojo de la aguja y su puerta
que habré de atravesar para salvarme."
Laura Gómez Recas
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