"Avui fosquejo morta & El silenci plou sobre les pedres" reseña de Felipe Sérvulo

Estamos en una sociedad donde prima la inmediatez. Hay prisa por triunfar y parece que se puede hacer sin apenas esfuerzo, ya que esos son los mensajes que nos llegan continuamente de los medios de difusión y que han calado en la sociedad: con un minuto de gloria puedes hacerte famoso.

Esto ocurre también en el mundo literario. Hoy es relativamente fácil publicar en papel o a través de Internet. Además tenemos los blogs y las redes sociales, donde se difunde la palabra de presuntos escritores con una audiencia que para sí hubieran querido algunos escritores de verdad. Y ocurre que por malo que sea el poeta o narrador, siempre encuentra en la red una cohorte de seguidores que le adulan y animan a continuar por esa senda. Claro que todo el mundo tiene derecho a expresarse como puede y que por malo que sea tiene derecho a sus admiradores, pero ocurre que saturan la red, las librerías y agotan la paciencia de los que realmente nos gusta algo más que un simple manojo de palabras mal hilvanadas y, además, con pretensiones.

Pero de tanto en tanto ocurre un pequeño milagro. Hace un par de meses me llegó por correo postal, ese sistema algo anticuado, un humilde sobre a mi nombre. Y hasta le firmé un autógrafo a la persona que me lo traía, porque ese sobre me llegó como algo tan tradicional como es una carta certificada. Dicha operación me trajo recuerdos entrañables de otras épocas mucho más tranquilas donde el género epistolar ¿dónde está ahora?, ocupaba nuestro tiempo y nuestras ilusiones. Cuando llegaban cartas de la amada ausente ansiadas como agua de Mayo.

El cartero me entregó con diligencia un sobre donde rebusqué en su entrañas y encontré un librito de poesía editado con primor por dos poetas entrañables: Marian Raméntol Serratosa y Cesc Fortuny i Fabré. Y para más lujo, con prólogo del maestro Eduardo Moga.

Vi que era un libro compartido; por una cara descubrí “Avui fosquejo morta” de Marian y girando el volumen me encontré con “El silenci plou sobre les pedres” de Cesc.
Pero un poemario no es nada si no le das vida, os sea: hay que leerlo con devoción, sin prisas. Y al hacerlo me reconcilié con la sociedad, me olvidé de los advenedizos, que tanto me incomodan y me sumergí en un mundo de belleza sublime, porque ambos autores son poetas auténticos que no necesitan su minuto de gloria porque responden con sus obras cinceladas a través de los años. Tienen todo el tiempo del mundo y toda su generosidad para transmitirnos sus poemas, hacernos algo más felices y hacernos mejores personas.


Marian y Cesc han estado siempre, como una metáfora, en un lugar elevado como es su Monistrol de Montserrat, con dignidad y señalando sin modas donde está la belleza cotidiana, la auténtica de toda la vida.

He posat una rentadora / i els secrets acarnissats giren salvatges / esculpint volves agressives de detergent. / La llum puja per l'escala / sense sospitar el llot que l'espera / al final del centrifugat.” Dice Marian.

Cesc: “La meva ment és una boira, un suc / de por i castell de vapor / un filat on s'hi atrapen les ombres, / però et penso com una música, / com la bava que em regala la pell i les vísceres / més secretes.”

Y Moga que titula su prólogo “La unitat de dos, la diversitat d'un”.

Toda una gozosa declaración de principios.

Felipe Sérvulo, Barcelona, Diciembre 2013

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