Sobre IUBARTA de Marian Raméntol, por Federico Gallego Ripoll


La yubarta o ballena jorobada, es una ballena de tamaño medio (14-15 m y unas 40-50 toneladas de peso). El trabajo de Marian explora el nacimiento y la concepción de este animal con un lenguaje de una belleza extraordinaria, evocando paisajes submarinos.
El theremin los Koshis y la voz, conforman un espacio de diálogo donde parecen sonar los cantos de las sirenas o el murmullo del agua.


FEDERICO GALLEGO RIPOLL y sus tres audiciones.


Iubarta Marian Raméntol 2020 (Tres audiciones)


Contraponer tu música animal al ruido de la calle. Sólo vivimos para el ruido. Las ciudades son un inmenso almacén de ruido. En tu música yo atiendo al penetrante, abismal, intenso bramido de la tierra profunda que atraviesa la densidad del mar y aflora buscando una atmósfera (sin oxígeno), ese animal inmenso que es todo el sufrimiento de la tierra. Huye el agua que somos, hacia su origen. ¿Qué sobrevuela esa superficie rizada del mar denso, marrón oscuro, calostro, ova, sargazo? ¿De qué hemos de protegernos, ya ofrecidos sobre el ara del sindiós de todos los planetas? Más allá de la muerte, más acá de la muerte, ¿cuál es nuestra sustancia, en qué permanecemos?


En el sonido de la vida cercana tu música aquieta al sol de la tarde que trepa por el muro buscando la libertad. Animales inmensos nos contienen, nos alzan en tu música hasta donde el tejado se cree alcanzando el azul. Los niños juegan en el patio contiguo. Golpean las baldosas con su pelota roja, mientras el colosal quejido nos divide por sílabas, fonemas, poliedros absortos que gimen sobre la inmensa giba del planeta. Los geranios suenan al caer, sus pétalos pequeños desprendidos. Suena el alma del gatito muerto que asciende en la mirada de la niña que no entiende esa inmovilidad invertebrada. Barre la madre las hojas en el patio mientras nace hacia dentro un unicornio en el vientre infinito. Alguien bate huevos. Alguien bate estrellas. Reza la niña por su gatito muerto mientras arde el volcán en la profundidad de todos los océanos.


En el silencio el gris profundo crepita. Campanas alzan luz desde el añil opaco de la arena. Tensa granate la voz el arco, se lanza como el último gesto de un dios arrepentido. El espacio es denso como miel congelada. La punta de la flecha se abre en abanico. Nada indemne. Cada fin de los tiempos alumbra un tiempo nuevo, somos testigos de la tormenta previa al próximo diluvio: rocas, sangre, agujas. Crecerán las agujas hasta ahogarnos de agujas. Crecerán las agujas hasta plisar el borde de las nubes. Crecerán las agujas hasta que no se escuche nada, hasta que nadie quede para escuchar la nada. Sólo desasosiego: ¿supervivencia? Quien se queja es quien fuimos, porque no hay nadie ya.

Tu música es el mundo descosiéndose.

(Federico Gallego Ripoll)
23 de julio de 2020

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