NO
SÉ BIEN CON QUIÉN ESTOY HABLANDO
Menno
Wigman
Editorial:
Ravenswood Books Almería, 2020
Traducción: Antonio Cruz Romero
No
sé bien con quién estoy hablando.
Sólo
sé que aquí yace un cráneo vacío,
un
tórax con un corazón que hasta hace poco
tamborileaba
indefinidamente. Adiós
hombre silencioso.
Hay
quien opina que cultura y compromiso social son dos cosas que no
tienen relación alguna. Les parece que toda aquella obra que genera
un apego o un vínculo hacia el desfavorecido, cualquiera sea su
desgracia, atufa a realismo socialista. Hacen suyos los epítetos que
precisamente utilizaban los críticos de arte socialista para
referirse a las obras, fueran éstas musicales, pictóricas o
literarias, que no remitían de forma exclusiva a la problemática e
idiosincrasia de las clases populares. Las llamaban decadentes,
banales o incomprensible y entendían que el artista, autor de tales
engendros, no estaba movido por otra cosa para su creación que la
vanidad, el narcisismo y la melomanía.
En
2002, Menno Wigman (1966-2018) fue invitado a formar parte del grupo
de poetas que acompañan física y simbólicamente a las personas que
mueren solas. Como expone Les Ter Braak en la introducción del
libro, la muerte es un tema que deambulaba por los versos y la vida
del poeta antes de implicarse en los Lonely Funerals. Desde la propia
enfermedad hasta el hecho de haber vivido frente a un cementerio y
haber hecho de este lugar un espacio de paseo ¬-que curiosamente se
traduce en los estudios psicoanalíticos como zonas trans o lugares
de paso-, estas experiencias marcan sus meditaciones y su posterior
construcción de los poemas.
Y
usted, que ahora sopesa sus elevadas palabras,
usted
que aquí seco escucha una pieza de música,
usted
que arrastra mi cuerpo y a continuación dispone
otra
vez de palabras: este muerto no toma parte.
Otra
reflexión que nos hemos planteado ha sido la del paso de Menno
Wigman por el realismo acomodado de clase media o burgués y el
naturalismo fascinado por la estética de la muerte del otro, donde
reside, con entusiasmo o sin él, ese componente ético del hombre
que no tiene quien lo acompañe en el tránsito de la muerte. Sus
recursos estéticos no se dirigen a la adscripción a toda costa
hacia aquel que ha muerto sin compañía, sino que, a veces, siendo
consciente de su mediocridad, o pronunciándola sutilmente, reconoce
de súbito esa violencia de todo hombre cuando se valora desde el
prójimo: es un canto mortuorio al “no somos nada ante la muerte;
tampoco yo que te leo estos versos, compañero” como
recursos estilísticos que coadyuvan al compromiso moral.
Puedes
leer una infinitud de libros.
Incluso
puedes escribir. Tierra, no seas dura
para
este hombre que poseía cientos de llaves
ahora
que una senda explora sin brújula de viaje
y
aquí pasa su primera noche.
Parece
casi reveladora la coincidencia de que los editores de Ravenswood
Books publicaran esta obra póstuma de Wigman que poco antes del
confinamiento a escala mundial.
Emilio
Aparicio Díaz
Beatriz
Pérez Sánchez
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