LAS COORDINADORAS:
"A principios de la primavera de 2018, imaginamos un proyecto literario que creciera en la carne y la piel de gente que tuviera el deseo de escribir, de describir un barrio y, dentro de él, a sí mismos. El trazado de calles que unen la realidad con la irrealidad es el pretexto para construir un relato verídico, fantástico, poético, histórico, que resquebraja las certezas, pocas o ningunas de los autores, para adentrarse en la duda, terreno propicio e inspirador del que se alimenta la literatura. Hoy el Raval es un territorio donde siempre se encuentra la noticia, se escarba en ella, pasa por el cedazo de interés para la opinión pública. La codicia de los buscadores de oro ha transmutado en mercantilizar la devastación cotidiana. Desgracia ajena que es objeto de comercio y que, a la vez, ha provocado un resultado paradójico, sirve para atraer especulación al mismo tiempo que ahuyenta a la gente que habita extramuros. Porque Barcelona ignora la vida que avanza y se mueve al son de los múltiples orígenes de los vecinos que llenan las calles del Distrito 5ª Distrito 5º, al que desde ahora nos referiremos y que es el título de este libro, es la urdimbre donde nueve autores tejen fragmentos de su historia para convertirla en verdad histórica y ficción literaria. La reconstrucción de los últimos cincuenta años del barrio se lee, se escucha con acentos distintos y, en cada relato, poema y crónica, se protege el único bien que nos pertenece: la libertad de vivir. Elsa Plaza, historiadora y escritora se unió al proyecto desde el principio, fue ella quien realizó los primeros contactos con la gente vinculada al colectivo Ágora, y gracias a su tesón y entusiasmo contagioso, los vecinos del barrio, reunidos en el local de La Soli, nos acogieron, todos los jueves, en nuestras sesiones de escritura. Eugenia Tusquets, escritora, pintora y miembro de la Junta de ACEC, participó en el proyecto en cuanto supo que pretendíamos dar entidad literaria a lo vivido por algunos de nuestros vecinos del Distrito 5º. La experiencia profesional de Eugenia en el campo de la corrección de textos ha ayudado a los autores a expresarse de la mejor manera." Marga Iriarte
"En la extraña primavera del 2019, con un calor de verano español, que disfrutaban todos los suecos que se apresuraban a ocupar las playas del Báltico, yo allí, entre ellos, aunque vecina de Barcelona, fui sorprendida agradablemente, no sólo por el cambio climático, sino por una llamada misteriosa que me llegaba desde mi ciudad. Era una invitación, cursada por Pilar T. desde la Asociación de Escritores de Cataluña, para a unirme a un proyecto que se estaban diseñando aún, y para el cual pensaban (Pilar pensaba), que yo era la persona indicada. Siempre es grato saber que alguien nos considera y más en este caso, porque nunca antes había frecuentado las asambleas de la ACEC, y había concurrido allí a unos pocos actos, contados con los dedos de mano. Pero, alguien, Pilar, sabía mis recorridos por Ciutat Vella, por sus calles y por los archivos, en busca de las pequeñas historias de vida, aquellas alojadas en los ángulos que la mirada frontal −complemento inseparable del tiempo lineal−, oculta. La vida en los rincones menos perceptibles. La que marca el espacio de los grafitos, de las manchas de mugre, de los chorros de orín de las esquinas, de los pasos perdidos en la orilla salvaje y transgresora de un barrio obrero, el Chino. O Distrito V, cuando yo lo conocí, por primera vez en el año 1977. De todo ese viaje alrededor de mi ciudad sabía, quizá, Pilar, y me enviaba el mensaje para comenzar un proyecto compartido. Y así, supe que el proyecto debía desarrollarse en el ahora Raval., el antiguo Chino, Distrito V. Junto a Marga Iriarte, y luego incorporada Eugenia Tusquets fuimos diseñando lo que se trataba de llevar al barrio vecino desde el quinto piso del Ateneo Barcelonés, en el lado “noble” de Ciutat Vella, dividida por las Ramblas. Una invitación a un viaje juntas hacia al otro lado, al “innoble”. Un viaje por las historias que los y las vecinas del Raval nos quisieran relatar. Intentamos así, antes de formalizar el guión definitivo, conocer lo que se había hecho de semejante en otros barrios de Barcelona. Y estábamos en esto, cuando conocí, a través de Sergi Draper, el programador cultural de la Biblioteca de Trinitat Vella, a una de las maestras de adultos de aquel Barrio: Mercè. Redón Mercè es una de aquellas docentes que, hace ya varias décadas, lucharon por obtener el reconocimiento de la educación y la cultura para todas las edades, como un derecho y no como un privilegio de clase, o como parte de la caridad que se debe a los pobres. Una reivindicación que, aún hoy, y a pesar del reconocimiento obtenido en la creación de las escuelas públicas para adultos, debe seguir batallando, día a día. Mercè Redón y su compañera de trabajo, Montse Olivé quienes me recibieron en el aula de la diminuta escuela de adultos de Trinitat Vella. Allí me hablaron de sus proyectos, de sus objetivos cumplidos y del encanto que nace de la enseñanza de las letras a adultos, que sólo conocían el duro trabajo para sobrevivir. Y a los que ellas les habían descubierto la magia de la escritura y la lectura. Una dimensión desconocida y deseada por la que transitaban ciegas ante sus puertas, que se fueron abriendo, poco a poco. De aquella experiencia habían surgido unos libritos que me mostraron, y que fueron editando, a medida que llegaban las partidas para cubrir los gastos. Hasta que alguien, desde vaya a saber qué oficina pública, decretó, que ya no habría más sostén económico para ello, y la experiencia hermanada con otras de ámbito europeo, se acabó. Son libritos escritos por quienes, por primera vez, podían dibujar con letras encadenadas sus historias, escondidas en esos ángulos invisibilizados de nuestra ciudad. Historias muy sencillas, apenas unas líneas, a veces, pero que conmueven al conocer todo el peso del fin alcanzado, del triunfo de la perseverancia que hay allí, pues las maestras de la Trinitat Vella habían comenzado desde cero. Por nuestra parte, nuestro objetivo era dar un espacio a quien ya tuvieran acceso a la lectoescritura en cualquiera de las múltiples lenguas que se hablan en el Raval, a las historias de vida que como vecinxs de aquel barrio, quisieran escribir. El espacio donde se llevaría a cabo el taller fue cedido, generosamente, por la Casa de la Solidaridad, un lugar muy conocido por su larga trayectoria de compromiso social con el barrio, con la ciudad y con todas las personas llegadas desde los diferentes espacios geográficos que nutren, en su diversidad, a Barcelona. Así, acordamos redactar una invitación a un taller de escritura que se llevaría a cabo, auspiciado por la ACEC, los jueves a las 19 horas. Lanzamos la botella al mar, sin saber quien la recogería, o si alguien la recogería." Elsa Plaza
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