De violetas, mares, cielos, laberintos y cartas and a selection of poems in English el nuevo libro de poesía de Beatriz Pérez Sánchez

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BEA, MI COMPAÑERA DE PUPITRE por Valentín Martín 

Beatriz Pérez Sánchez se sienta a mi lado en “La Náusea”, la uni de Marian Raméntol. Eso sucede cuando viene a clase, quiero decir que a veces sí y a veces no, como todas las vírgenes con hijos y libros. Ahora acaba de publicar su segundo poemario, muy asilvestrado, muy castigador, muy culto, muy necesario.Porque una escritora debe publicar un nuevo libro sólo si este es mejor que el anterior: vive Dios que este lo es.

Beatriz Pérez Sánchez dice que escribe por escribir. Y que lo que más le gusta de este vicio son las dedicatorias. No le hagáis caso: en los últimos tiempos nunca vi una poeta menos inofensiva y abarcando más territorio. Con los libros pasa como con los besos. Lo importante no es la acumulación sino la voracidad. Hay muchos que pasan y se olvidan, hay besos como libros que soplan el fuego sobre el rugido secreto de un cráter. Después de dos libros (dos que yo le conozca) es seguro que Beatriz Pérez Sánchez sabe besar, y en este libro de ahora escribe mejor. Yo creo que estamos ya ante un manantial. Con ella sucede como con las femmes fatales. Te ofrecen un verso, te enseñan los labios guerlain de un poema, te engatusas y te dejas. Y ya no puedes salir del caos seductor donde se mueve como si fuese su casa. Y lo es. Tanto en español, como en inglés, como en catalán. Esa pasión multilingüe te chupa la savia de otoño, y renaces con ganas como un lector joven para esa macedonia literaria y distinta que ella te ofrece. Y así te dan las tantas, te olvidas hasta del aire que vendrá a tus pulmones por sí solo, no sabes muy bien si te has saltado una comida o dos enviscado en el libro que estaba en el buzón entre tapiceros, chinos, carrefoures y otras cosas tan importantes que te rodean a diario.

En De violetas, mares, cielos, laberintos y cartas, Beatriz Pérez Sánchez ya está limpia de algún vicio turco, es una amazona segura como un muro musgoso sin grietas, y entra y sale del libro escrito desde las sensaciones para llegar a un intimismo que a veces parece grácil, a veces parece virginal, y a veces parece transitorio. Porque se alza sobre sí misma y al hablarse nos habla con la sabiduría de una muchacha que acierta todos los cubos de rubik que hay en el mundo. En ocasiones te apaga la lengua mientras escuchas  “Mándame un beso/ y el cuello se derrumbará hacia arriba”. Y has de estar siempre atento, con una alerta de niño ante la promesa de zapatos nuevos, porque su liturgia está llena de conejos que salen de las chisteras. Es lo que tiene escribir de pie y no esperar sentada en casa el pan nuestro de cada día.

En este libro, Beatriz Pérez Sánchez se viste de ropa ligera, o se desnuda, para correr más libre y más montaraz y más anárquica. Me da la impresión de que ya alcanzó la madurez literaria para volver a casa a la hora que quiera sin que tenga que dar explicaciones o escribir cartas a media luz. Por eso sabe que puede pasar de una estancia a otra sin tropezar, y además sin mostrarse indecisa. Exterminó cualquier atisbo de timidez para escribir un libro donde va por los poemas con la firme conquista del ritmo de las violetas, un ritmo clamoroso que alcanza cuando para escribir se pone un anillo en el dedo. Y sin embargo cuando, bien avanzado el libro, llega a Laberintos y cartas nos regala alguna prosa poética como “Te he pensado con las palabras de una poeta en la memoria” o “Palabras blancas”, o aquellas donde liquida su alma de amor con cava salado. Aquí está el ojo bien abierto de Virginia Woolf. Y cuando nos hemos acostumbrado a comer con esta paciencia, vuelve al ritmo y a las primeras maneras.
Y nada chirría. Porque no hay algo extraño en arrancar varias veces con la libertad de quien puede no seguir una carretera americana donde hay tantas líneas rectas y no crece la hierba, ni hay pueblos, ni hay gente, donde todo es lo más parecido a la monotonía del peligro de morir a solas. A Beatriz Pérez Sánchez esto no le ocurrirá nunca. Porque ya se ocupó ella de escribir para los vivos. Y la vida es también estar a gusto con un libro, y de repente sentir una sacudida. Se trata de un verso, de una frase, de una expresión poética que no te arrulla sino que te grita.

Ya presentíamos que en Beatriz Pérez Sánchez había una poeta, ahora lo sabemos.
Y también confirmamos que es diferente. Justo lo que esperamos cuando alguien llama a la puerta.

Valentín Martín es periodista y escritor

Nació en Salamanca donde estudió Magisterio y Humanidades. En Madrid se licenció en Periodismo, oficio que ha ejercido toda su vida excepto dos años que dedicó a la enseñanza. Ha escrito numerosos libros: narrativa, ensayo y poesía. Desde los 14 años mantiene una columna diaria en la prensa.







Beatriz Pérez Sánchez (Barcelona, 1974)

Ha publicado los poemarios De perfiles, vértices, planetas, cuerpos, árboles y escenarios y Numb, la espera sostenida (2016). Colaboradora de las revistas nacionales e internacionales Triadae Magazine, Letralia, Poesía Digital, La Nausea, Groenlandia y Res, entre otras. Su obra ha sido traducida parcialmente al inglés.
Licenciada en pedagogía y diplomada en educación social por la Universidad de Barcelona. Participa en muestras y festivales junto a bailarines y artistas diversos explorando las relaciones entre la palabra, la improvisación y el movimiento. Su coproducción más destacada ha sido “Taxidermia: de lo indeseable, lo bello” (2017) junto a Aarón Comino.

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