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Luis Alberto Salcines, editor y director de la
colección de poesía la Grúa de Piedra.
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Marta Mantecón, autora del prólogo, comisaría y crítica
de arte.
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La música la pusieron el grupo Arrayán ( Luis Antón, a
la guitarra, y Manuel Iglesias, cantaor) y Luisa Bahillo (al violín)
RAQUEL SERDIO: Licenciada en
Filología Hispánica por la Universidad de Oviedo. ha participado en La esquina
del tiempo (Peonza, 2000) y Una mirada a la vida (Consejo de la
Mujer, 2010); es autora de tres libros de poemas: Cuaderno de Rozalén
((H)ALA!, 2000), En un lugar que yo veo (Devenir, 2003) y Mujeres de
Mimbre (La Grúa de Piedra, 2013). Algunos de sus poemas aparecen recogidos en
diferentes antologías colectivas. Entre 1998 y 2002, formó parte del colectivo
(H)ALA!, revista de palabras, con el que editó una revista y una pequeña
colección de poesía. Es además co-autora del estudio Damas ilustres y
mujeres dignas. Algunas historias extraordinarias del siglo XX en
Cantabria (Dirección General de la Mujer del Gobierno de Cantabria, 2007).
POEMA del libro Mujeres de Mimbre
Caminas errante
Mujer
contra la mudez
contra el olvido
Resbala
por tus muslos
la sangre
Hay montañas de lava alrededor
despojos de un mundo hecho ceniza
Sangras
acuclillada
sobre la tierra vacía
sobre la tierra abierta en canal
Resbala
por tus muslos
el miedo
Un ara aguarda el sacrificio
la ofrenda de una vida
menguada y silenciosa
Caminas desnuda
Mujer
bajo un crepúsculo de azufre
con los restos de la consumación.
Este poemario se empezó a gestar
hace siete años, en paralelo a un trabajo de documentación e investigación
materializado en un libro que recogía la herencia de unas cuantas mujeres que,
desde distintos ámbitos de la vida y el pensamiento, contribuyeron a mejorar el
curso de la historia. Los primeros versos del poema que abre la segunda parte, Hijas de Araña, fueron escritos por
aquel entonces; el resto, tuvo que esperar siete años más para acabar de
conformarse. El resultado de todo este proceso son veintiocho poemas madurados
poco a poco, respetando el tiempo necesario para aprehender los hallazgos
encontrados al tirar de esa especie de hilo invisible que entrelaza las
experiencias y los saberes de tantas mujeres extraordinarias que, a menudo, han
permanecido en las sombras, rodeadas de silencio. Raquel Serdio explora lo que Hélène Cixous definió como el «continente negro», habitado por ese otro (nos-otras) todavía no pensado –o no suficientemente
pensado–, relegado durante siglos a un fuera
doméstico, no-público, casi siempre olvidado en los márgenes del gran relato de
la Historia y cuajado de esperas transcurridas al otro lado del umbral, desde
la otra orilla.
Este legado sin testamento se
nutre de lo aprendido junto a aquellas mujeres que han calado hondo en su vida: abuelas, madres, hermanas, amigas
y compañeras que han recorrido con ella buena parte del camino, dejando su
impronta. Mujeres de Mimbre es, en
este sentido, el fruto de un viaje jalonado de estancias y travesías, vivencias
compartidas, lecturas y conversaciones, complicidades e intercambios. Cada
poema recoge la fuerza, el coraje, la creatividad, el amor, la capacidad de
goce y, en general, los valores descubiertos al lado de todas estas mujeres sin
arquetipo, ancianas o jóvenes, conocidas y anónimas, siempre urgentes; mujeres
que reverdecen con los años, que agarran la vida, que aprenden en círculo y
saben comenzar de nuevo; mujeres migrantes, sabias, maestras en el arte de la
escucha y el cuidado, trabajadoras del campo o de los muelles, que levantan
hogares y protegen la vida, tejedoras de redes que construyen vínculos y
enlazan existencias; mujeres que, la mayor parte de las veces, no saben lo
valiosas que son.
La poesía que brota de
estos silencios no se encierra, sino que aprovecha el poder de vagar y fluir
libremente entre vocablos e imágenes, escuchando los ecos del pre-lenguaje y
trenzándose con la palabra oral. Sus versos no describen, sino que se transportan
–nos transportan– más allá de las sombras, sin puntuación,
huyendo de binarismos, oposiciones irreconciliables o jerarquías, a sabiendas
de que la escritura no está obligada a reproducir el sistema, ni ninguna ley
sostenida desde el logocentrismo.
Las referencias a la naturaleza,
como espacio de tránsito y también como anclaje –memoria de una infancia vivida
en plena comunión con el medio natural–, son constantes. Las mujeres que
vertebran los poemas de Raquel Serdio están firmemente asentadas en la Tierra,
se espacian en ella, conectan con su infinito ciclo de renovación y navegan en
paisajes abiertos, al compás de las estaciones.
El propio mimbre que da título al
poemario, una fibra vegetal tan flexible como resistente, se teje para nombrar
–y, de paso, desolvidar– sus cuerpos, recorridos de múltiples significados que
se expanden. Raquel Serdio, consciente de que no
existe un yo unitario, sino una heterogeneidad radical y necesaria, recibe la
alteridad como un don maravilloso. Se convierte en otra, en otras,
haciendo que sus voces se dejen oír, entonando el ser de las múltiples vidas
que somos, experimentando –tal como sugiere
Hélène Cixous– “lo que ella no es, lo que es, lo que
puede ser”. Sus versos, permeables, magnéticos y llenos de vida,
celebran la experiencia de reconocerse y reconocer a otras mujeres bajo un
mismo latido.
Mujeres de Mimbre es, fundamentalmente, un canto lleno de
gratitud y admiración hacia todo lo recibido. Raquel Serdio
compone sus versos para ellas, desde ellas, con ellas. Canta el privilegio de
ser, igual que ellas, parte de una misma genealogía que nos lleva hasta el
viejo mito de la Abuela Araña, omnipresente en varias culturas, que sirve de
guía a los seres humanos a través de diferentes estadios evolutivos,
invitándonos a ser hilo. Su hilo.
Marta Mantecón
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