CHASQUIS: Oscar
Sarasty. Roberto
Goyes Ch. Jhon Wilmer Rodríguez. Ricardo
R. Rueda R. Francisco E. Tapia P. Wilson E. Jaramillo. Diego Rodríguez. Henry
A. Manrique B.
Excepcional, un transcurrir las etapas de la vida
apegada a la lente, ya en una maduración, su sentimiento se integra al blanco y negro
como faceta primigenia de las cosas, luego el color que se resalta en los
objetos cotidianos. En él, es fácil el deleite , de su lente surgen sin temor
los rostros, la ciudad, los paisajes, los objetos, que aferrados al espacio, no
serían nada sin la sensibilidad, sin el corazón, sin la mirada novedosa del artista.
Lleno de prolijos colores extraídos del oleaje del
valle oriental. Allá donde se confunde la voz del pasado y el ritual de los
primeros hombres, encontró la significación de la imagen y la trasladó a la
urbe de ojos bañada por volcanes para luego instalarse bajo el ceño tutelar
de la frontera, ahora hermanada en la imagen y el canto, amalgama sueños
del regreso a la estirpe del un arcoíris escapado del páramo y el
monte.
Desde su habitual trinchera de trabajo, la palabra,
ahora hace confluir en un mismo punto el lenguaje fotográfico. La otra
mirada para descubrir la realidad que subyace en la esencia de las cosas, le
permite hacer hallazgos de colores, de rostros, de penumbras. Arquitectura
de hebras, colosal arcoiris, incrustaciones que descubren la otra estampa, la
vida.
No se desprende de sus sueños, antaño colgados de
la luna y efectivos en un proscenio que nos ofrece, no solamente los
gestos en los palcos, sino, el redescubrimiento de la identidad buscada en el
camino festivo y multicolor de la comarca del sur. Viajante incansable, con la
valija llena de miradas y la lente que petrifica el instante y lo vuelve
trascendente, el no es de aquí, es de todas partes.
En su diario caminar por los verdes parajes de la
Tebaida, sabe mirar, no ver, el paisaje conmensurable que, desde cualquier ángulo
del veredal camino, alcanza su lente. A la par los rostros de los madrugantes
que inician la faena al trinar las aves, amalgama los elementos para decirle a la
gente citadina, que el campo también es una estética susceptible de ser
disfrutada. En su óptica se da esa comunión, paisaje, hombre, en espiral, churo
cósmico de la primer estirpe.
También en la palabra se inmiscuye la imagen,
lenguajes que al unísono tratan de penetrar insistentemente en el lado oscuro de
los objeto y más de los hombres. Sin olvidarse de lo natural, sabe
convertir la imagen, el color, la forma, en signos poéticos que no se deslindad del concepto
de belleza. Se podría decir que en la lente y en la palabra se encuentra esa
belleza extraña que es de los hombres simples que dan lecciones de vida en la
sencillez de los parajes verdes.
Más al norte, centro del departamento, nos indica
que la región grande, Nariño, no establece diferencias en el lenguaje
fotográfico, desde el valle de Atriz, sonoro.
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