(Ed. DISTAL, Bs.As.)
“Año 2206. Las ciudades del hombre habían sido destruidas por el hombre. El océano había avanzado sobre los continentes como consecuencia del deshielo de los casquetes polares. En el trópico de Capricornio el Gran Océano unificado rodeaba una franja de tierra de lo que solía ser el continente sudamericano, al norte del cauce del Río Negro. Era el país Argentaria, donde se encontraban las tierras de suyái que se extendían hacia el oriente de los picos nevados que aún perduraban de la Cordillera de los Andes. En ese remoto país de la región meridional del planeta, sobrevivían comunidades dispuestas a continuar su lucha milenaria en defensa de las tierras de suyái, reservas naturales donde no muere la esperanza. La única puerta de entrada a ellas era por la Villa de Buenos Aires, ubicada en el extremo oriental de esa lonja de tierra. La Villa era un poblado que había sido arrasado durante centurias por los reiterados intentos de conquista de los pueblos bre-tones...”
(Suyái, voz indígena que significa esperanza)
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